Francisco Pradilla y Ortiz

Ficha técnica

FECHAs

1848-1921

procedencia

España

Discípulo en su tierra natal del escenógrafo Mariano Pescador, se formó hasta 1865 en la Academia de San Luis de Zaragoza. Tras trabajar algún tiempo con los célebres escenógrafos de la capital Ferri y Busato, cursó estudios en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y frecuentó asiduamente el Museo del Prado como copista. En 1874 marchó pensionado a Roma por tres años, desde allí realizó los correspondientes envíos en los que ya se mostraba como un atento observador del realismo ambiental.
En Roma realizó la que sería su gran obra de consagración, «Doña Juana la Loca» (P04584), personaje por el que sintió una especial atracción durante toda su vida, y del que haría numerosas versiones y variantes. El arrollador éxito internacional cosechado por esa pintura abrió al joven Pradilla las puertas de la fama y del prestigio artístico tanto en España como en el resto de Europa. Así, en 1879 recibió el encargo de pintar el que sería su segundo gran lienzo histórico «La rendición de Granada» (Madrid, Senado), terminado en 1882 y también extraordinariamente reconocido por la crítica y el público de su tiempo como una de las cimas de la pintura de historia.
En 1881 fue recibido como académico de Bellas Artes de San Fernando y nombrado director de la Academia de España en Roma, ciudad en la que residiría asiduamente. Desde esa ciudad atendía a numerosos encargos del mercado burgués de su tiempo, para el que realizó algunos retratos y conjuntos decorativos para los nuevos palacetes de Madrid como el Palacio de Linares, así como escenas costumbristas de los alrededores de Roma, pero la renuncia a algunos importantes encargos para atender las obligaciones burocráticas del cargo de director de la Academia le llevó a dimitir ocho meses después de su nombramiento. Francisco Pradilla llegó a amasar una gran fortuna económica, pero la quiebra de la banca Villodas, con la que perdió todos sus ahorros, le llevó a mediados de los ochenta a incrementar su producción artística, a pesar de que la muerte de su hija le había sumido en una profunda tristeza y desinterés artístico, patente en la última parte de su producción.
En 1896 fue nombrado director del Museo del Prado a la muerte de Vicente Palmaroli. Sin ninguna vocación museística, Pradilla pronto volvió a sentirse atrapado por las limitaciones administrativas y llegó a verse envuelto además en varios escándalos a consecuencia de su gestión, como el robo de un boceto de Murillo o las ventas a particulares de la colección del duque de Osuna, sin que el Prado pudiera asumir la compra de algunas importantes obras. De modo que Pradilla dimitió en 1898 y se recluyó en su suntuoso palacio estudio de Madrid, viviendo apartado de la vida social hasta su muerte